La cocina tradicional extremeña no podría definirse sin utilizar apelativos como sencilla, natural o ancestral, pero tampoco tendría cabida hablar de ella sin mencionar su reminiscencia pastoril.
San Vicente de Alcántara, cuenta con una gastronomía que no ha sido ajena al carácter rural que abarca todo el territorio extremeño. El aprovechamiento de los productos que su rico entorno ofrece, la huella que los pastores del norte dejaron en sus visitas trashumantes y el sello transfronterizo por su cercanía el vecino Portugal van a ser los ejes que definan el carácter culinario sanvicenteño.
Numerosos y variados platos, desde los entrantes hasta el postre, pasando por primeros, segundos y platos únicos, son producto de una transmisión oral convertida en conocimiento gastronómico de gran calado a través de los años. Un legado que tiene como protagonistas a las mujeres, quienes juegan un papel fundamental como responsables de muchos de estos procesos que comienzan en el campo y terminan en el ámbito familiar, en nuestros hogares. Es en la familia donde las recetas tradicionales son aprendidas, cocinadas, transmitidas e innovadas.
La gastronomía sanvicenteña, además, es sinónimo de tradición y costumbres muy arraigadas por el pueblo. Aunque podemos gozar de ella, por norma general, siempre que queramos, no hay nada como disfrutar de un buen buche el día de San Vicente o el “Domingo Gordo”, de unos bollos de Pascua en Sema- na Santa, de un rico frite el Domingo de Resurrección o un escabeche de pavo en Nochebuena y Navidad. Por no hablar de un vasito de resóleo de limón o de café acompañado de un trozo de bizcocho o de un mantecado para celebrar la llegada al mundo de un bebé. Bebida ritual que también sirve para reponer fuerzas en el desayuno del Día del Corpus y continuar con la elaboración de alfombras que engalanan nuestro pueblo.
Pero no toda la riqueza y sabiduría gastronómica de la Capital del Corcho por excelencia va a quedar en el ámbito familiar. Algunos establecimientos hosteleros quedan en el municipio que hacen las delicias de propios y extraños con elaboraciones tradicionales que les permiten gozar de una clientela fiel, como si de parroquianos se tratase. Una clientela que se ve aumentada en los períodos festivos del año con la llegada de los “mondongueros”, apelativo cariñoso que los lugareños le dedicamos a los sanvicenteños en la diáspora que nos visitan principalmente en Semana Santa, meses de verano y Navidad. Tradicionalmente, y de ahí su denominación no despectiva, tienen costumbre de acudir a los bares para consumir las mondongas con tomate o “tomatá de mondonga” que se sirven como aperitivo o tapas para acompañar a un buen vino del pueblo, así como por acabar con las existencias de este tipo de chacina en las carnicerías sanvicenteñas para llevárselas a sus lugares de residen- cia. Por no hablar del pan del pueblo que, como diría un buen amigo, “hasta el más malo está mejor que cualquiera de por ahí. Y es que los mondongueros se llevan sacos de pan, aunque se les ponga duro, y por eso dicen que las migas como aquí en pocos sitios”.
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